A Antonio Rigo
En determinado momento de su evolución el Budismo Mahayana decidió cambiar el dogma del “depósito de la consciencia” por el de “flujo de consciencia” como espacio y matriz de todos los despertares, quizás para evitar su reificación, divinización, fácil conceptualización, o culto.
A
veces en lo profundo, junto al petróleo o en su lugar, encuentran aguas
más viejas que los dinosaurios. Lleva lloviendo varios días seguidos en
el desierto, y están las dunas empapadas, con cumbres borrascosas de un
romanticismo tardío y tecnológico del que nadie se suicidaría. Cuando
esto acabe nacerán arbustos breves y confundidos por todos lados, las
manchas húmedas de gato salvaje se harán vapor invisible o viajarán en
catábasis, como los héroes de toda la vida, hasta el jondo lecho de
rocas que las frene; dicen que las alegorías son cosa de profetas
rancios o poetas infantiloides, pero en verdad nublada te digo que el
agua de amar también escoge su camino, y decide si seguir circulando o
reposar en un almacén oscuro e inaccesible, -si esto es un asunto de
voluntad o mecánica siempre será la discusión ridícula y violenta de
antiguos amantes, borrachos, científicos y teólogos, pero está claro que
solo un auténtico mago podría guardar un poco de esto en una
cantimplora-. Lleva lloviendo varios días en el desierto, ya son muchos
para estas tierras, así que pronto volverá el sol para sacarle los oros a
millones de pirámides tiernas, entonces el agua en su derrota volverá a
sus escondrijos, sangre, saliva, suspiro, el vapor del aliento con el
que limpio las gafas, y esta lluvia será solo un cuento, pero cuento en
nube o cuento en pozo, hermano, agua de amar te digo.