LA TIERRA DE LA PIEDRA NEGRA


¿Querrían convertirse en desiertos en el desierto,
en luz naranja de risa y llanto,
volverse viento y dicha en la arena, néctar, escalofrío, libertad...

domingo, 24 de noviembre de 2013

PULP SCI-FI, Vol.I






    La larga y mutantona lengua de Fukushima seguía extendiéndose con las corrientes cada vez más lejos de aquel país que sería borrado del mapa en la guerra sino-japonesa del 2015, trazando exactamente en el Pacífico Norte, a la misma velocidad de crucero de un galeón sobrecargado con vientos portantes, la ruta de Urdaneta. El proyecto emprendido por algunos desertores de Greenpeace, eco-terroristas, anarco-primitivistas, y otros jóvenes anti-sistema y revolucionarios desencantados del primer mundo, estaba muy avanzado. Fundiendo el plástico con lentes solares y trenzándolo, habían creado una nueva superficie habitable sobre las gigantescas islas flotantes de basura que se arremolinaban y engordaban constantemente en el centro de las nadas azules. La estructura mimetizaba la coraza externa del pez torito y había demostrado su resistencia y su insumergibilidad en un par de tifones; ya estaban construidos los criaderos de algas y mejillones, las piscifactorías, los umbráculos, los huertos hidropónicos, las áreas comunes, los refugios, los sistemas de energía solar y eólica... Faltaban solo algunos detalles después de un lustro de trabajo, además de esperar que la deriva los colocara en un punto óptimo de anclaje. El anclaje, el delicado asunto del anclaje se llevaba debatiendo años en las asambleas, era lo principal para pasar de ser una "stultifera navis" de mierda, o de basura santificada que habrían dicho ellos, a un nuevo micro-estado isleño del Pacífico con posible reconocimiento internacional. Y eso mismo estaban discutiendo en la asamblea de la piscina central, en el único núcleo decisorio de su poder ejecutivo, legislativo y judicial, bueno, quizás discutiendo no sería la palabra adecuada, porque estando desnudos y mimados por el vaivén del agua salada y tibia, el tono y el espíritu de sus voces se parecía más a una tranquila charla de amigos sobre toallas en la playa. El sol caía y mezclaba colores como un loco sobre algunas nubecillas del horizonte, de golpe el agua cobró un brillo fosforescente, todos pensaron sin comentarlo que debían haber vuelto las noctilucas, como otras veces, pero en mayor número, -cuando la belleza es tan constante, tan exultante y tan mudable, se tiende mas a la contemplación que a las descripciones- y todos se retiraron a descansar con la dulce convicción de haber creado una isla del paraíso, un paraíso oceánico al menos, porque el terrenal era a todas luces imposible. Antes de tres días los órganos más sensibles a la radiación de aquellos nacionales de un estado aún por nacer estarían hechos papilla y sus cuerpos devorados por la misma especie de cangrejos que tanto habían disfrutado en sus festines. Sus pasaportes estaban listos y protegidos en un lugar bien seco, eran muy llamativos, futuristas, originales, solo faltaba ponerles la foto.