LA TIERRA DE LA PIEDRA NEGRA
¿Querrían convertirse en desiertos en el desierto,
en luz naranja de risa y llanto,
volverse viento y dicha en la arena, néctar, escalofrío, libertad...
miércoles, 24 de febrero de 2010
COMO NIEVE EN SEVILLA -O sobre la depresión del 10-
El poemario COMO NIEVE EN SEVILLA -O sobre la depresión del 10-, de Daniel Macías, ya está disponible en la Editorial Ultramarina, Cartonera & Digital, Sevilla, México, Internet, 2010. En descarga digital o en edición cartonera/libro de artista ilustrada por el mismo autor.
http://editorialultramarina.blogspot.com
Les dejo con el prólogo de mi hermano Antonio Orihuela.
Habíamos dejado a Imperio Sevilla en el firme deseo de volver al cabo de sus derrotas, y aquí está, dos años después, viendo como cae la nieve en Sevilla, como caen las bolsas y los dividendos de los mercaderes hasta llegar rodando a la altura de los plásticos del mercadillo de los jueves en la calle Feria… Allí, junto al vendedor enganchado lo volvemos a encontrar repitiendo un mantra que los hermana: frio, fiebre, despido, soledad… Un mantra en el que queda abolida toda contradicción, toda oposición, todo desacuerdo entre el Yo y el Otro.
Con este acto, que nos los deja todo a tres eurazos: las derrotas, las nuevas aventuras, el mal, el mar, la recesión universal, la realidad a tres euros… comienza esta nevada sobre la conciencia, esta Cuchilla-que-mata y esta Espada-que-da-vida que es la poesía, estas gotas del Dharma donde todo es como ha de ser y no falta nada, porque todo es perfecto en cada momento y la meta es siempre aquí y ahora.
Mientras todas las filosofías del mundo, todas las religiones del mundo, crean dualidad, la poesía de Daniel nos convoca en nombre de la vieja ley que la combate cantando la mismidad sin límite. Frente a la calamidad de la dualidad con la que torturamos nuestro vivir, él nos propone una realidad de ósmosis y convivencia, una isla de la tortuga, una república de los ganados por la inocencia, una academia de hechicería, una asamblea del círculo, siempre abierta, donde poner en práctica los mil yogas de las acciones diarias; porque cuando divides la realidad en instrumentos y metas, estás dividiendo al hombre, olvidando que conciencia y materia comparten la misma pasta, y que lo que no puedas resolver debes intentar disolverlo. Y la manera de disolverlo es cambiar el plano de tu ser: has de cruzar el puente, vadear la landa, cruzar el desierto, adentrarte en el bosque, marear por el océano de los fenómenos y despertar a la conciencia.
Toda esta nieve que cae, toda esta gran depresión en que hemos convertido la vida, se ve subvertida en la poesía de Daniel con sus enseñanzas celebradoras, con sus generosos métodos para despertarte, para sacarte de la ignorancia, a ti, a mí, a todos los corazones muertos que nada saben del Gran Poder, de la libertad, de la alquimia sencilla con que podríamos transformar nuestra vida para empezar a ver lo luminosa que puede llegar a ser nuestra vida si, como el burro, nos decidiéramos a asomarnos a la vida, a conocer el tesoro de cada uno en la impermanencia de todo lo vivo.
Sí, aquí viene de nuevo Imperio, como nieve en Sevilla, delicado e invisible, como su estado poético. Ahora por la playa de los bienaventurados, arrastrando las sandalias, cargando con sus collares, sus mapas y criptografías, siempre dispuesto para ayudar a quienes quieran echarse a la mar, engolfarse, emprender la navegación por los lugares más remotos y desconocidos.
Vuelve Imperio, de nuevo llega a través de un tiempo remolino, por la secreta puerta que es ahora cuerpo de hombre. Con virtud antigua en la que reconocerse viene y nos invita a donde se teje la canción del gozo con que quiere vestirnos. Esta es su canción para las cuatro direcciones del mundo desde el centro de ese campamento chumborumano a donde nos convoca a ser libres, a desprogramarnos, a abandonar las siglas, las banderas, a ser buenos guerreros, a escuchar el golpear de nuestro común corazón.
Sí, como Daniel, yo también creo que la poesía es nuestro canto embrujado que mata el desencanto y provoca huracanes de lucidez medicinal en donde todo cobra su iris verdadero, pero, ¡ay! de ese canto… si no fuera como nieve en Sevilla, breve y extraño, si lo reconociéramos como el canto del coro de la resistencia de los vagabundos del Dharma, de los hijos de Amrita, de los mitad hombre y mitad ave que siguen buscando refugio bajo el árbol neem tras cada derrota para lamerse allí sus heridas y comer hojas tiernas y flores sazonadas que nos salvan para la vida y nos gana para la transfiguración.
Sí, silenciosamente creemos en ella y silenciosamente seguimos creciendo desde ella, insurgentes desnudos y coronados de flores y guirnaldas. Sediciosos resistentes en la ayuda mutua y el autogobierno.
Sí, yo también creo que en este tiempo, los tiernos afines nos preparamos para la última de las revoluciones, la revolución bio-lenta. Nos debemos esa aurora anarquista arcaica, ese amanecer del nosotros, y por ella seguiremos cantando.
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