LA TIERRA DE LA PIEDRA NEGRA
¿Querrían convertirse en desiertos en el desierto,
en luz naranja de risa y llanto,
volverse viento y dicha en la arena, néctar, escalofrío, libertad...
jueves, 26 de agosto de 2010
"VICTUS" FRENTE A LA ISLA DE ARRAN
Frente a la isla de Arran un guerrero sabe cuando ha sido vencido, y el navegante sabe cuando se ha perdido, mientras pasea el perro-guía de la consciencia entre charcos salados de una bajamar oscura y ventosa; se lo ha traído a contracorriente desde las arenas del cabo de Trafalgar, donde empezaron y acabaron muchas cosas para muchos (y me gusta que así sea), mientras llegaban por cientos los refugiados térmicos desde el valle horneado del manso Betis, un frescor se alejaba en el fresquito de un autobús verde, desde toda Sevilla cerrada por vacaciones, cerrando las maletas y doblando el pareo naranja, secreto poder del gran baba que, oceánico, bandolero y sin esfuerzo, es la misma materia, y como un vacilón inmenso y sin soporte que es amador en partículas, explota, busca sus trozos, y al no poder distinguir cuáles son los suyos, los recoge todos, sin saber quién ama ni qué es amado, cerrado para buscar trabajo en la estación de Santa Justa, fumando junto a una rubia enganchada y de post-guerra que recoge colillas del cenicero y no muestra interés en el carísimo cartel acristalado que anuncia el musical "huelga general", contra todas las corrientes, como el que va a Ixtlán alejándose entre los gritos de los peregrinos, y prosigue hacia Ixtlán al revés, por las antípodas, bendiciendo en alta velocidad los olivares, Despeñaperros, la aridez moral y quijotesca de La Mancha, santificando Madrid al cruzarlo por sus tripas, por el camino difícil, el camino largo, certificado médico para un cuerpo milagrosamente sano y ojo de cíclope en Gatwick, porque el médico-piloto Colm Killeen ya no está para susurrar "Belfast"o "Shannon" desde una esquina de su consulta en Dublín, mientras disfrutaba escuchando cuentos de turbinas que tosen por los desiertos. Te juro que él no es un viajero que se pierde y roba el último huevo del último Dodó, y siempre pierde la nave, la carga, y a todos los compañeros, hijos, amantes, y finalmente se pierde él mismo, el que invariablemente, sin ser adicto a nada, agota todos los créditos de familia y amigos. No, te juro que él es el viaje mismo, con su sabor de mundo nuevo y muerte de todo lo conocido, y se despertó gritando la mañana del gran viaje-¡Simbad, Simbad!-, y con eficacia y precisión se afeita la mente, apaga la alarma y se aprieta el cinturón, y anda, corre, vuela, lucha, navega, todo para distraerte mil y una noches, hasta que de nuevo reaparezca como náufrago desnudo y solitario en una orilla extraña frente a la isla de Arran, entre millares de montoncitos de algas, al lado de las gaviotas que en esas aguas gélidas no quieren ni mojarse las patas, con la tristeza transparente y amarillenta de una medusa muerta. Entonces sólo la vieja casa Natura es consuelo de su derrota con unos dedos de luz que salen de lo gris para rascar la plata del mar y pierden, rascan y pierden, como los legionarios cuando vinieron por aquí y se retiraron un poco más abajo, con las alas encogidas y los rayos apagados en sus escudos rojos, tras la muralla que mandó construir un emperador sevillano, igual que ya no hay ningún León con faldas que sea Rex Scottorum. Ahora niños rubios de uniforme hacen fila en el aeropuerto de Prestwick para embarcar camino de otra guerra en el confín de otro Imperio (el sargento Elvis tuvo más suerte y paró aquí sólo para que su avión repostara y le hicieran algunas fotos). A veces también hacen escala aviones sin ventanas cargados de secuestrados encapuchados con barbas. Guárdate del cuento del enemigo bárbaro y lejano que necesita ser liberado y civilizado. ¡Ah!, y nunca hagas una prueba de vuelo con un abuelito que sospecha que tú eres su sustituto.
Y si te fijas bien ( la visión es más clara cuando ni siquiera has llegado a mileurista y te das cuenta de que un curriculum no es comestible por impresionante que sea), delante de la mole de Arran, hay una islita picuda que se llama Holy, la isla sagrada; creo que tiene un faro, un castillo, cabras, aves, estupas, y mantras de colores tallados en las piedras, por si algun día lo pierdes todo y la derrota es completa, por si renuncias a la gran estafa de los hombres, sus intereses, sus afanes, sus guerras...
A la vuelta por Faro, Simbad va camuflado entre los veraneantes borrachos de cerveza y tabloides, añorando a contracorriente que hubiera libertad a low-cost y espíritu with the lowest fares guaranteed, el vencido busca el sentido de trazar una línea inútil en la carta uniendo las puntas del arco megalítico atlántico de los misteriosos pueblos del mar; todo se ha perdido, el catálogo de fracasos es enciclopédico y parece un enorme libro de anti-ayuda, el navegante loco no tiene nao de sueños, y vivo pero "victus", sin el escudo de los mitos, el legionario se bate en retirada, ahora la libertad es una operación duradera, y el terror del orden ha sido vencido.
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