A la sombra del escudo griego de la antena satélite del campamento me quiero despedir sentado de este desierto, pero un viento cargado de arena me trae de nuevo a mi casa de plástico. Desde el espacio llueven imágenes de una ciudad siria donde llueven bombas desde hace trece días; más de veinte nudos ya le sacan a las dunas la cresta que tanto me gusta con dedos de cristal sobre las laderas, y pienso en mi centro, amor, tú o tu clavel rojo entre este y el siguiente desierto, como flor entre los yermos que habitan en el corazón de los hombres.
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