De lágrimas verdes tomo el té, mientras charlo con los espíritus de las pinturas
del difunto Alí, en la posada de los artistas, una auténtica burbuja alquímica en el espaciotiempo, al estilo de los pisos de yonquis. Sus pinturas no son ingenuas, hay descuartizamientos, sexo y alienígenas preñados con antenas; los animales marinos están empedrados y emparedados en el muro, ayuda la poderosa liberación de los colores chillones, los mapas y criptografías en las piedras claras y negras, y el jacuzzi picapiedra y la fosa séptica empachada quiebran el tiempo con remolinos. Los camellos, los camiones, los zorzales, las gaviotas y los burros hacen el mar intermitente. Nada falta y sin embargo no puedo quedarme.
¿Y si existiera una posada en el mar para los artistas, un laboratorio, una puerta?
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