Más allá de los polígonos industriales y los barrios de chabolas está la
 escombrera de la nube de Oort, y en los límites exteriores de su disco y
 su esfera, entre montañas de basura y chillidos de gaviotas violentas, 
serpea un arroyo pestilente que el aceite usado de vehículos usados 
adorna con cahemiras de arco iris, junto al arroyo una cabaña, puzzle de
 plásticos, paneles y chapas, y dentro, cabeza de ibis, su mano zurda, 
temblorosa y acelerada, mancha una tablilla, esa es la mano que mezcla 
los colores, la mano que escribe los destinos.

 
 
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