LA TIERRA DE LA PIEDRA NEGRA


¿Querrían convertirse en desiertos en el desierto,
en luz naranja de risa y llanto,
volverse viento y dicha en la arena, néctar, escalofrío, libertad...

lunes, 25 de octubre de 2010

ARTE Y BIO-DOMO

                                      
                El hombre es el ojo que la Naturaleza se dio para verse a si misma.
                                                                                              Novalis  

     Al ver las naranjas amargas que están engordando en los árboles junto al río grande, en el que algunos se bañan pero del que nadie se atrevería a beber, recordaba esos nuevos edificios con jardines y huertos verticales, energéticamente autosuficientes, que se conciben y se sueñan más que se construyen, y entonces se me fue la cabeza por enormes bio-domos llenos de jipis, por un futuro que ya es técnicamente posible de ciudades humanas, limpias y sostenibles, ajardinadas, llenas de frutas, fuentes, animales, lagunas y hortalizas. Asomado sobre el bosquecito de cañas y la maraña de arbustos que crece sobre la orilla pensé que no hay mayor belleza que la natural, y como lo relaciono todo con mis pasiones, recordé que siendo muy joven me pareció triste e injusto que Platón llamara, a los artistas y poetas, imitadores de la realidad, fabricantes de espejos falsos, creadores de reflejos embellecidos, deformados, trucados. Y también me pareció en aquellas primeras lecturas que el Buda histórico era más aburrido que un cura y un castrador de la fuerza creativa y la alegría, imponiendo frugalidad, la vida sencilla y mendicante, prohibiendo los entretenimientos, los espectáculos, la música y el baile, a su congregación de monjes de azafrán, y para complicar las cosas, también recordé la más razonable de las reglas morales que es el imperativo categórico kantiano, imposible de encajar en nuestros hábitos de vida insostenibles...Así fue como empezé a razonar sobre los creadores de forma parecida a aquellos viejos y tristes consejeros, a saber:
El artista produce belleza; la belleza es consuelo y bálsamo; pero sobre todo el producto artístico es triste sucedáneo y pobre sustituto de la belleza original, de la belleza natural arrinconada o perdida partout, reflejos y fotocopias pobres de la gran obra que hemos saqueado, envenenado, sepultado, ocultado, y por último, olvidado. Hablo de la matriz que nos sostiene y alimenta, la tierra que está debajo de las calles, o más allá de los vertederos y los polígonos industriales, en playas, bosques, montañas, selvas, mares y desiertos, nuestra verdadera casa, repartida hoy entre propietarios y mercaderes. No hablo de un idílico documental de televisión en la adormilada sobremesa, pensaba en nuestro santuario en ruinas, en el viejo jardín, en el gran bio-domo esférico. Si este razonamiento que he enunciado sobre mi subespecie, la de de los creadores, fuera cierto, su lógica conclusión sería que el artista funciona como el más eficiente cómplice y el más terrible conservador del statu quo que existe sobre la faz de la Tierra; pues consigue hacer soportable lo que por si mismo no lo es, sería el que consigue que cualquier Woody, inteligente, bondadoso, creativo y hedonista,  viva moderadamente feliz en cualquier manzana podrida urbanita, mimado, anestesiado y consolado por exposiciones, espectáculos, conciertos, cine, libros, cenas con conversaciones brillantes... Una vez visité el parque de los ciervos, ahora vallado, a las afueras de Varanasi, y a la ída y a la vuelta pasé por el inmenso vertedero de aquella milenaria ciudad. Ahora empiezo a sospechar que mis tristes consejeros sabían mucho más que yo, o la mayoría de mis contemporaneos, y que quizás fueran clarividentes enviados desde el futuro, como Bruce en 12 monos. No creo necesario un credo imposible o incompatible con nuestra naturaleza, loco, radical o peligroso, al estilo de Pol-Pot, Zerzan (éste confieso que me cae bien porque es un poeta) o el Unabomber, pero creo que hay que empezar a reconectar el arte, la vida y el pensamiento con la Tierra y su supervivencia, sin pánico, con calma y prudencia, pero debemos declarar la emergencia en la nave Tierra y, si nos dejan sus irresponsables dueños legales, empezar a restaurar con cada palabra y forma, la belleza natural de nuestro sagrado bio-domo. Y esta vez con todo arte, toda ciencia y toda alegría.

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