LA TIERRA DE LA PIEDRA NEGRA


¿Querrían convertirse en desiertos en el desierto,
en luz naranja de risa y llanto,
volverse viento y dicha en la arena, néctar, escalofrío, libertad...

domingo, 14 de diciembre de 2008

MEDEVAC Y PACIENCIA

Aparte de acarrear a las gentes del petróleo entre el el aeropuerto internacional de Dammam, Rey Fahd, y los campamentose del desierto del Rub al Khali, tenemos otra función latente que permanece agazapada como un gato de cacería dispuesto a saltar en cualquier momento: la evacuación médica o Medevac.
Sólo me he sentido verdaderamente útil en este oficio en las pocas ocasiones que he hecho vuelos de ese tipo, como una vez que llevé a un submarinista con el cuerpo lleno de burbujas de nitrógeno para que lo metieran en una cámara hiperbárica, tuve que ir a ras del agua para que no se le movieran mucho por dentro, o aquel uno de enero que llevé una niña de Belice a la ciudad de Guatemala para que la operaran; fuímos por la ruta corta sobre las montañas, con un sólo motor y cortitos de oxígeno. En mi compañía hay muchos pilotos que antes volaban en misiones humanitarias, pero no sé de nadie que haya hecho el camino a la inversa, creo que la explicación está en el sueldo y las vacaciones. El mecánico, que conoce mis rutinas, me acaba de avisar de que ha volcado un camión no lejos de aquí y hay heridos, es decir, me está diciendo que no me vaya de paseo por ahí. Estamos esperando noticias, standing-by. Esperar es una parte muy importante del oficio de piloto, esperar a los pasajeros, al combustible, a las autorizaciones, a tu sustituto...Ya me lo han dicho, a partir de ahora si quiero desaparecer por el desierto me tengo que llevar el teléfono satelite (las llamadas salen un poco caras, pero si queréis os puedo dar el número).
Por las rendijas de la persiana veo que hay mucho movimiento de vehículos, muchas carreras, y mucho telefoneo. Al rato veo al jefe del campo que viene en rumbo de colisión con mi puerta y le salgo al ncuentro. Todo el mundo está bien, me quedo más tranquilo, me vuelvo a sentar a terminar este cuento, y a cultivar la paciencia...

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