LA TIERRA DE LA PIEDRA NEGRA


¿Querrían convertirse en desiertos en el desierto,
en luz naranja de risa y llanto,
volverse viento y dicha en la arena, néctar, escalofrío, libertad...

sábado, 13 de diciembre de 2008

LA NIEBLA DE LA MENTE




… gotas de instantes, gozos que brillan ligeros, ellas caen refrescando mis
suelos resquebrajados llenos de lajas cortantes,alegrando mi desidia y mi desdén.
¡Ay, la fina llovizna! , la fina llovizna de todas mis novias…

Una fina llovizna suspendida y quieta en el aire blanquea intensamente toda la plaza de arena de nuestro pequeño poblado, un patio rodeado de caravanas blancas del oeste ante el peligro. No se podría ni ver a tres en un camello, es grave, hay menos de cien metros hasta la caseta del portero Krishna y ha desaparecido. La niebla rompe la rutina de los vuelos tempraneros y disfruto en mi habitación de la foto del satélite que nos asegura que le ha salido una mancha de humedad al Sur de la península arábiga. Aunque desde mi ventana veo lo mismo, siempre nos gusta que máquinas complejas certifiquen lo que tenemos enfrente. Dos horas más tarde de lo habitual despegamos, salir tarde hoy era lo correcto, aunque si hiciera falta se podría despegar en medio de este tipo de puré de guisantes. Después viene la paz del crucero. La mayor parte de la vida en el aire del piloto es esta serenidad del crucero. El aire es limpio, el desierto es limpio, yo estoy duchado y dentro de mi camisa balanca casi me siento limpio. Todos los pasajeros se han vuelto a dormir y nosotros somos la única consciencia de vigilia en esta nave, y hasta donde alcanza la vista, como todos los días, no hay nada vivo. El viejo piloto noruego es de los que creen que la amistad puede nacer de los chistes malos y me zampa dos seguidos. Entre su acento y la nieve del intercom que no han podido arreglar no me entero del final, y me pierdo la gracia de los dos, pero sé perfectamente cuando toca reírse y así lo hago. Hace muchos años que no hago daño a nadie, con la excepción de algunas mujeres a las que me acerqué y fueron alegre huracán para las rutinas de un solitario. Pero aquí, en el desierto y en la nave, no hay mujeres, y anda la fina llovizna suspendida en el aire, como niebla en mi mente.

2 comentarios:

Luis Felipe Comendador dijo...

Chiquitín, logras transportar a este barco varado tierra adentro hasta donde la mente quiere aprender a volar sola. Lo paso de puta madre con tu blog.

Cuídate mucho, hermano.

Desde las blancas cimas de mi tierra, un abrazote. Está nevando ahora.

DANIEL MACÍAS dijo...

Coge un puñado de nieve que yo cogeré un puñado de arena...

Gracias por la compañía,

el tonto del desierto.